¿Reingeniería de la Educación?
No sé si es una predisposición gubernamental o es que la información viaja tan rápido que, no nos hemos percatado que la educación tradicional sigue marcando la pauta en muchos países pero, irónicamente los que la dirigen no han denotado que ya los jóvenes no quieren asistir a recibir esa educación, formación y capacitación, esa tan aburrida, tan tradicional que la motivación por asistir a las aulas de clases es mínima y eso explica la enorme deserción que hay en liceos y universidades alrededor de todo el mundo.
En un documental llamado “Un crimen llamado educación”, Jürgen Klaric comenta en detalle los niveles de depresión y suicidios que están generando las universidades tradicionales y en ocasiones con un sistema no tan tradicional pero con profesores que se niegan a cambiar sus sistemas y estrategias para adecuarse a las necesidades de las nuevas generaciones; es por ello que es indispensable una reconfiguración, a mi gusto urgente, de fondo y sin posible negociación con muchos profesores y directivos retrógrados que se niegan a cambiar solo porque cualquier cambio les aterra.
Aquella frase de que “la letra entra con sangre”, hoy en día es tan macabra que concuerdo con el Prof. Ramón Barrera en su conferencia “SORPENDIZAJE” mejorarla o matizarla y cambiarle el orden, es mejor decir: “la letra entra cuando le pones sangre”, eso es distinto porque implica pasión por lo que se hace. Nada tan patético como escuchar a una persona detallarles su perfil profesional a sus estudiantes, pero que es incapaz de mantenerlos emocionados y activos durante una hora. Necesitamos que los docentes en la actualidad tengan la capacidad de emocionar a los estudiantes para que éstos se dirijan a sus clases sin presionar, sin pasar lista, sin amenazas de perder calificaciones si no asisten; las clases en su mayoría y en muchas universidades del mundo se han convertido en un espacio aburrido, tedioso porque seguimos viendo cosas tan retrógradas como que en algunas facultades de ingeniería y ciencias en el 2021 los profesores siguen sin permitir el uso de calculadoras modernas y mientras todos en el mundo cargan una computadora con acceso a internet y capacidad de respuesta en tiempo real en forma en sus dispositivos móviles.
El sistema educativo está basado en aprobar una materia y en términos generales una carrera, pero muchos terminan esas carreras y no tienen ni remota idea de lo que harán con sus vidas, en América Latina nos hicieron daño durante muchas generaciones haciéndonos creer que el hecho de tener una carrera era sinónimo de éxito lo que le generó efectos emocionales graves a muchos profesionales que andan frustrados sin saber qué hacer con el famoso título que garantizaría la prosperidad.
Inevitablemente, mientras desarrollaba este escrito para mis seguidores, me venían preguntas a la cabeza, muy crudas pero muy reales, que se las hacen los estudiantes y algunos profesores (entre los que me incluyo) durante la estadía en un recinto universitario tradicional, y les comparto las menos procaces:
- ¿Se han preguntado cuántos profesionales existen que no quieren salir de sus casas porque no saben qué hacer con sus vidas?
- ¿Qué piensa un estudiante de la persona que le enseña algo y no lo practica?
- ¿Por qué existe la “meritocracia” amalgamada a los títulos cuando hay personas muy geniales y emprendedores que podrían hacer más y mejores cosas?
La pregunta anterior me lleva a la siguiente:
- ¿Será que esa meritocracia banal se creó para evitar que los cambios llegaran a las universidades?
- ¿Por qué carajos, cambiar un docente cuesta una reunión de departamento y cambiar el pensum cuesta mínimo 10 años?
Ésta, puede ser una pequeña muestra del acuerdo entre cupulas académicas que en algún momento se reunieron para acordar que los cambios, si debían llegar, tuvieran que tardar y que sus sequitos, se encargaran de retrasarlos.
¿Por qué seguir asistiendo a clases presenciales en todas las asignaturas? Si es sabido, que gran parte de ellas (algunas son imposible y lo tengo muy claro) se pudieran dictar por vías alternativas de comunicación.
El ritmo de la educación, en general, el de la vida y de la información van a una velocidad tan vertiginosa, que es necesario que los estudiantes que aspiren ir a la universidad tengan bien definido qué disfrutan hacer, ¿Cuál es su propósito de vida?, ¿Qué es lo que más les motiva? y que su carrera esté íntimamente relacionada con eso que les apasiona, porque se necesita más que gente haga lo que ama, en caso contrario, también es responsabilidad de las universidades, de las familias y de los mismos estudiantes claudicar en intentos que se saben no generarán frutos ni para ellos ni para su entorno, y eso se logra con un buen plan de pruebas vocacionales que definan a ciencia cierta a que debe dedicarse cada persona en relación a su vida y a sus estudios.
El profesor de los nuevos tiempos debe saber además de su tema a dictar como académico, motivar, escuchar, empujar, incentivar, empoderar, sorprender, conmover y comprender a sus estudiantes si quieren ser exitosos en la mente de ellos, el marketing y las ventas son herramientas que pueden usar y que les permitirán acceder a competencias que les den la opción de conectar con las emociones de sus estudiantes y de esa forma sacar lo mejor de éstos no para que tengan excelentes calificaciones sino para que sean felices haciendo lo que aman, porque se debe dejar de tener una educación hecha para “aprobar” y llevarla una en la que los estudiantes vayan a clase “a probar” recordando nuevamente a Ramón Barrera.
El nuevo profesor, en mi criterio, debe sacar lo mejor de los estudiantes para que emprendan en sus vidas, demostrando que ésta más que una buena calificación se trata de aprender día a día, la vida es cambiante, hacerles saber que equivocarse no está mal, que no siempre cometer errores está mal, que la perfección es una visión que funcionó en un momento, pero que hoy el gen emprendedor de las nuevas generaciones permite cometer errores y equivocaciones, cuando éstas ocurren mientras estamos haciendo lo que nos apasiona la vida comienza a tener sentido de aprendizaje; dejemos de decirles a los estudiantes que si quieren triunfar deben tener una carrera universitaria porque sabemos que hay personas que han triunfado sin ésta y viceversa, hay que decirles que se dediquen a hacer lo que les apasiona y que deben estudiar algo que esté relacionado con su propósito de vida, de esa forma evitaremos tener estudiantes generando calor y problemas en nuestras aulas de clases, aburridos y frustrados al sentir que desperdician su vida en un horario tedioso con un profesor peor que el horario.
Un detallazo, mucho se ha dicho sobre enseñar “Inteligencia Emocional” en todos los niveles educativos, muchos profesores muy preparados (coleccionistas de pergaminos) según su hoja de vida se han negado a esta iniciativa, muchas autoridades en los Consejos Universitarios que en gran parte de las discusiones son, la muestra del ego y el obtusismo académico se han negado, y de pronto nos llega una crisis mundial sin precedentes: COVID_ o conocida como el CORONAVIRUS.
¿Resultados?
Profesores, Decanos y autoridades vueltas un verdadero enredo.
¿Por qué? Porque nuestro sistema educativo se desconectó de la realidad y cada vez, se alejaba más de ésta y los estudiantes se sentían más desorientados que nunca.
Hagamos de nuestras escuelas y universidades sitios amenos, sin horarios ni relojes, donde las sillas en los salones sean distintas, de diferentes alturas y tamaños, donde escuchemos música (efecto Mozart), donde aprender sea una fiesta y ese gen emprendedor sea estimulado a niveles orgásmicos, porque no es un secreto que nuestras universidades en su gran mayoría están codificadas para formar profesionales autómatas dispuestos a ganar lo que les paguen y a trabajar en lo que les toque.
Necesitamos gente que estudie para ser feliz y no para pertenecer al sistema, necesitamos eliminar ese cliché de la perfección académica a través de una calificación en estudiantes que cuando se convierten en profesionales no pueden resolver problemas. Las crisis ocurren cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, por eso se debe prescindir de ideas que funcionaron en un momento pero que hoy en día están obsoletas y son obstáculos para nuestros estudiantes.
Ahora bien, ya le hice una crítica bastante dura y merecida al sistema educativo, y llegó el momento de hacer una propuesta en cuestión para que este escrito tenga resonancia. Esta propuesta tiene varias vertientes que son perfectibles, les comento:
- Los pensa de estudios deben ser actualizados cada año
- Los profesores que imparten materias prácticas y algunas de las teóricas, deben olvidarse de la dedicación exclusiva y ejercer fuera de la universidad donde ponen en práctica lo que están enseñando
- Los salarios deben mejorar
- Debemos volver a la prueba vocacional, a cargo de un ente que no tenga nada que ver con la universidad
- Las clases presenciales, no deben desaparecer, pero si deben ser más flexibles, las clases online deben potenciarse
- En mi criterio, estas materias deben ser obligatorias desde el bachillerato: oratoria, marketing, ventas, liderazgo, inteligencia emocional, gerencia y con lo vivido es esta crisis mundial diría que manejo de herramientas digitales universales.
- Volver a carreras técnicas, e incluso por partes, es decir, que hagas el técnico y si es tu gusto puedas continuar. Me sigue pareciendo una aberración planificada por los verdugos de la vieja guardia que una persona abandone en un octavo semestre y se vaya como si nunca hubiese estudiado nada.
- Estoy convencido que, estas propuestas son perfectamente aplicables en el corto y mediano plazo. Obviamente con una revisión pero que no se tome años para tomar una decisión.
- Que se cree una legislación universitaria en la que se prohíba que haya estudiantes que no estudien algo que su prueba vocacional seria no les indique, y en la que no permitan bajo ninguna circunstancia que un profesor humille, veje y ofenda a un estudiante y viceversa.
Luchemos por una educación motivadora, en la que los sueños y proyectos se hagan realidad sin traumas, sin presiones, sin prejuicios, es decir, siendo felices y donde la competencia no sea por una calificación o un título universitario sino por el fortalecimiento del ser, de modo que seamos más humanos, amables, emprendedores, servidores, solidarios y sobre todo más felices.
Si te parece retórico, te invito a consultarle a cualquier estudiante de tercer o cuarto nivel-: ¿Para qué estudias? Y ¿Para qué necesitas ese título?